Lo que sólo Tú


Eres pura contradicción para mí,
eres lo más bonito y valioso,
eres lo más doloroso y horrible,
eres cercano y a la vez ajeno.
Eres para mí y nunca serás mío,
porque me amas pero no me necesitas,
me cuidas con delicadeza y me hieres
profundo, con tus pensamientos y palabras.
Eres fuente de admiración para mí,
tu personalidad es arrolladora,
tu cuerpo causa de deseo, tus labios de pasión,
tu olor pozo sereno, tu tacto agradable caricia,
placentera tu mirada posada en la persona que anhela
que te eches en sus brazos.

Ansiando esta mujer que la dejes amarte,
ella vive con el dolor de saber que tu pérdida
no tiene solución, aún a sabiendas de que haría cualquier cosa
por conseguirte. De haberla, oh, sin pensarlo se lanzaba.

Puedo evocar de los recuerdos de cuando estaba contigo
momentos, días incluso, de los más maravillosos que he tenido
oportunidad de vivir en toda mi vida; contradictorio que también
cuando entras en mi mente es para despertar un sentimiento
de ansiedad, oleaje interno que agita mis entrañas y saca a flote
los más perturbadores sentimientos que creía estar capacitada
para padecer. Cuando la mar interior está demasiado revoltosa
por ti, fuerte viento del norte, potente vendaval que arrastra
atrayendo y lanzando lejos, entonces, parece que mi alma encerrada
sin aire ahí dentro va a ahogarse, mareada y desorientada.

Ocupada en la batalla que se libra para tratar de no sucumbir
en el oleaje, camino con mucha dificultad al soportar
esa poderosa  carga y, en lugar de odiar a ese dios del viento
soy encandilada por su fortaleza y espíritu, lo admiro hasta
perder la cabeza por él, lo contemplo como lo más bello
existente sobre el planeta, y aún a pesar del dolor que siempre
me causa, nunca lo haría desaparecer de mi vida ni querría
lograr olvidarlo, porque sería matar una parte de mí misma,
secar una parte que me fue entregada a él por amor sincero
y que no puede ser desprendida.

Aquí es cuando de verdad comprendo que mi enamoramiento
es verdadero, cuando hay contradicción por mi cuerpo al
anhelar la cercanía a algo que me daña, cuando lo más sencillo
sería dar media vuelta y escapar con el miedo en la sangre.
Cuánto me gusta la palabra “sangre”. Sangre la mía embadurnada
con tu ponzoña desde que lograste que mi corazón te perteneciera
y con él, entera yo.


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