Atrapo
un límpido recuerdo,
bahía
serena de nuestro secreto.
Sólo
mi alma conoce la llama
que
prendió mi amor en ti.
Sólo
mi espíritu refleja la mirada
que
refulgente canalizabas en mí.
Como
el unicornio canaliza la magia,
la
energía de la naturaleza, y de la tierra el ánima,
así
era amada yo con tu sensual cuerno,
y
las descargas al rozar el fondo animaban
un
nervio que recorría entero mi cuerpo.
Escalofríos
tenía de placer intenso como ondas
y
nublada la mente por amorosa profundidad.
De
mi boca suspiros y en ella tus besos.
Dentro,
muy dentro, el deseo concentrado,
explota
con el recuerdo ahora, reverbera,
y
largo tiempo yo… me elevo.
Mis
brazos rodeándote con fuerza te atraen,
pero
ya la neblina de mi mente se ha despejado
y
un frío repentino me trae de nuevo la soledad.
Reparo,
dolida, en que le estaba dando un abrazo,
mi
ansiado abrazo, a una sombra.
No
hay pureza si el amor se envuelve en sombra,
ni
vive la confianza si en el húmedo beso
se
deshace tu lengua en finos hilos negros
y
se evapora igual que tus dedos en mi cuello.
En
mis sueños aún eres también una sombra.
“Cariño, vuelve
conmigo y deja de ser sombra, -te digo-,
que
quiero vivir a tu lado y respirar siempre tu aroma”.