Bueno, antes de nada voy a explicar un par de cosas. La primera es que esto fue escrito hace ya dos años como trabajo para una asignatura de la facultad: literatura griega. Lo he encontrado rebuscando en mi ordenador y he decidido que hay partes bastante interesantes que merecen un vistazo. No por lo que yo diga, ni porque yo me las dé de guay o de entendida en filosofía, que vaya, ni de lejos xD, sino porque está bien compartir esto, y si a alguien le interesa me encantaría recibir comentarios ;) Además podría decir mucho más de lo que digo, pero el trabajo fue para lo que fue, y ahora no me voy a poner a ampliarlo porque bastante largo es ya. Sin más, aquí os lo dejo:
1.
Breve introducción a la vida y obra de Epicuro:
Epicuro nació en la isla de Samos
en el año 341 a.C., hijo del ateniense Neocles. A los 14 años comenzó a
estudiar filosofía con el platónico Pánfilo. En Colofón estudió con Nausífanes,
un atomista discípulo de Demócrito, cuyo magisterio terminó negando. Tras
varias vicisitudes, cuando ya frisaba los 35 años, se instaló en Atenas, donde
fundó su escuela. Para impartir su doctrina con independencia de toda
imposición oficial, compró una casa y un pequeño terreno: el Jardín, un huerto
donde convivir con amigos y discípulos. Allí se dedicaron a la investigación
científica y a la paideia, celebraron
reuniones y comidas, y acogieron a personas de todas las clases sociales.
Sus obras fueron numerosas,
aunque sólo nos han llegado breves fragmentos y algunas cartas, las más
importantes a Meneceo, a Heródoto y a Idomeneo.
2.
Comentario de Epicuro:
Tras leer la Carta a Meneceo y
algunos fragmentos de la Carta a Heródoto, me he decidido a ir comentando uno a
uno los fragmentos que más me han llamado la atención. Iré haciendo citas de
cada uno de ellos y en función de lo que me parece más interesante o veo más
relevante haré un subrayado y comentaré debajo.
a) Carta
a Meneceo
1. “Parte de
nuestros deseos son naturales, y otra parte son vanos deseos; entre los
naturales, unos son necesarios y otros no; y entre los necesarios, unos lo son
para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo y otros para la vida
misma. Conociendo bien estas clases de deseos es posible referir toda elección
a la salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque en ello consiste la
vida feliz. Pues actuamos siempre para no sufrir dolor ni pesar, y una vez
que lo hemos conseguido ya no necesitamos de nada más”.
Estoy de acuerdo con
esta afirmación que subrayo porque a veces he sentido que no necesitaba nada
más, que era feliz tal como estaba, sin ninguna perturbación, una serenidad del
alma y una paz que me llevaban incluso a pensar que podría ser un buen
escenario para la muerte aunque aún no la deseara, de tan a gusto que me
encontraba. Pero creo que ese placer es siempre momentáneo (se trata de
pequeñas alegrías) y llega un punto en el que volvemos a necesitar más placeres.
Es decir, no creo que el conformismo sea lo mejor.
Asimismo es muy
difícil lograr ese placer estable porque algunos dolores de la carne son muy
fáciles de eliminar (el pan y el agua serán muy fáciles para aquel que tiene
hambre y sed), pero los pesares que perturban el alma permanecen largo tiempo
en nosotros a causa de la memoria.
En esto Epicuro se
opone a Platón, quien pensaba que el placer se hallaba en la contemplación de
las Ideas.
2. “Por eso decimos que el placer es el
principio y fin del vivir feliz. Pues lo hemos reconocido como bien primero y
connatural, y a partir de él hacemos cualquier elección o rechazo, y en él
concluimos cuando juzgamos acerca del bien, teniendo la sensación como norma o
criterio. Y puesto que el placer es el bien primero y connatural, no
elegimos cualquier placer, sino que a veces evitamos muchos placeres cuando de
ellos se sigue una molestia mayor. Consideramos que muchos dolores son
preferibles a los placeres, si, a la larga, se siguen de ellos mayores placeres.
Todo placer es por naturaleza un bien, pero no todo placer ha de ser
aceptado. Y todo dolor es un mal, pero no todo dolor ha de ser evitado
siempre. Hay que obrar con buen cálculo en estas cuestiones, atendiendo a
las consecuencias de la acción, ya que a veces podemos servirnos de algo bueno
como de un mal, o de algo malo como de un bien”.
- - -
“Y puesto que el placer es el bien primero y
connatural, no elegimos cualquier placer, sino que a veces evitamos muchos
placeres cuando de ellos se sigue una molestia mayor”.
Esto a veces es cierto, si bien
no siempre evitamos esos placeres aunque sintamos miedo hacia lo que pueda
venir después. Se trata de una elección que se nos plantea cuando somos conscientes
de que es muy posible que suframos más adelante y debemos decidir si: disfrutar
del presente ahora que está a nuestro alcance aun sabiendo que su pérdida o su
fracaso nos hará mucho daño más tarde (y poder pensar para consolarnos: “estuvo
bien mientras duró”), o rechazar el placer del presente por miedo al futuro (lo
que llamo yo “cobardía”).
“Consideramos que muchos dolores son
preferibles a los placeres, si, a la larga, se siguen de ellos mayores placeres”.
Sí. De hecho, me
gusta hacer eso de vez en cuando. Puedo poner ejemplos muy mundanos: aguantar
un picor en un brazo durante mucho tiempo aunque estés deseando rascarte para
que cuando por fin decides hacerlo el alivio sea muy placentero. O estar muchos
días sin ver a mi pareja debido a la distancia para que cuando por fin llegue
el fin de semana la pasión e ilusión sean mucho más desbordantes.
“Todo placer es por naturaleza un
bien, pero no todo placer ha de ser aceptado”.
Por supuesto
que no, porque ya entramos en terreno de lo que es ético o no. Algo que para ti
puede ser placentero, para otra persona puede significar un mal. Por tanto no
todo puede estar permitido. También están las limitaciones que han ido poniendo
las religiones como el cristianismo o la sociedad misma, al sexo por ejemplo,
tanto en soledad como en compañía. No siempre ha habido libertad para todo. Ni
aún hoy día.
“Y todo dolor es un mal, pero no
todo dolor ha de ser evitado siempre”.
A veces merece
la pena estar pasándolo mal un tiempo para saber apreciar los momentos buenos.
Merece la pena estar un día pasando hambre para saborear con gusto la comida
cuando cae en tus manos, o soportar un dolor de espalda o estómago durante
horas para gustar del alivio de acostarse a dormir sin ninguna dolencia.
Tampoco consiste esto en caer en el masoquismo, ni hay que revolcarse en las
desgracias y las penas. Como dice después el mismo Epicuro la vida consiste en
encontrar el término medio en la moderación, la virtud de la que hablaba
también Aristóteles.
3. “La
autosuficiencia la consideramos como un gran bien, no para que siempre nos
sirvamos de poco, sino para que cuando no tenemos mucho nos contentemos con ese
poco; ya que más gozosamente disfrutan de la abundancia quienes menos necesidad
tienen de ella, y porque todo lo natural es fácil de conseguir y lo superfluo
difícil de obtener. Los alimentos sencillos procuran igual placer que una
comida costosa y refinada, una vez que se elimina el dolor de la necesidad”.
Siempre he pensado que
aquellas personas poco conformistas, pensadoras, insatisfechas, viven más
infelices siendo conscientes de sus limitaciones y de aquellas metas imposibles
de conseguir por haber caído en la utopía, que las que viven el día a día sin
preguntarse por lo que haya “más allá”, o al menos aceptando lo que tienen y lo
que no sin atormentarse por lo que no pueden alcanzar. Además, coincido en la
idea de que se disfruta más de la abundancia cuando menos necesidad (o
llamémosle dependencia) tenemos de ella, porque no nos gusta sentirnos “atados”
o dependientes de una cosa, ya que nos da miedo pensar que podríamos perderla.
De hecho cuando
estamos muy hambrientos poco nos importa si la comida está falta de sal o si se
ha quedado fría, porque más que comer tranquilamente y saborear engullimos con
ansias. En los alimentos más sencillos y fáciles de elaborar (ejemplo: tortilla
de patatas) se puede encontrar a veces más placer que en el suculento plato del
mejor restaurante. No es necesario irse a las exquisiteces caras.
4. “Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para
nosotros, porque todo bien y todo mal reside en la sensación y la muerte es
privación de los sentidos. Por lo cual, el recto conocimiento de la muerte hace
dichosa la mortalidad de la vida, no porque añada una temporalidad infinita
sino porque elimina el ansia de inmortalidad. Nada temible hay, en efecto, en
el vivir para quien ha comprendido realmente que nada temible hay en el no
vivir. De suerte que es necio quien dice temer a la muerte, no porque cuando se
presente haga sufrir, sino porque hace sufrir en su demora. En efecto, aquello
que con su presencia no perturba, en vano aflige con su espera. Así pues, el
más terrible de todos los males, la muerte, nada es para nosotros, porque
cuando nosotros somos la muerte no está presente, y cuando la muerte está
presente, entonces nosotros ya no somos”.
Como vimos en clase,
este texto refleja el pensamiento que tenía Epicuro de la muerte. Según él, el
hombre no podría ser feliz jamás sin librarse de su miedo hacia la muerte.
Dice: “la muerte es inexperimentable”, “no afecta a los vivos ni a los muertos;
no existe para aquellos, y estos no existen para ella”. Sin embargo, “es el más
terrible de los males”. Si no podemos evitarla, porque todo hombre ha de
morir, sí que podemos eliminar el temor que nos produce. De entre esos
terrores, dos son los más temidos: el miedo a lo que pueda haber detrás de ella
y el miedo a que yo, como individuo consciente, desaparezca para siempre.
Provocados por la tradición mítica, que buscaba la fama para la inmortalidad,
el primero, y por sentimientos irracionales, el segundo, ambos temores no
tienen nada que ver con el recto filosofar. Epicuro se opuso tanto a las
creencias populares sobre premios o castigos de ultratumba, como a las extrañas
tesis de Platón sobre la inmortalidad del alma. Es irracional aceptar que el
yo como unidad de alma y carne pudiera permanecer eternamente. La eternidad
está solo reservada para los átomos.
5. Comentario de
algunas exhortaciones:
"La necesidad es un mal, pero no hay necesidad
alguna de vivir con necesidad".
Yo creo que eso es muy
fácil de decir pero muy complicado de llevar a cabo, pues casi siempre habrá
algo que necesites para estar mejor. A mí me ocurre que jamás me conformo con
nada. Los momentos de felicidad y plenitud para mí son solo eso: momentos, pero
no una constante en mi vida. Además no opino que la necesidad sea un mal, al
menos no si nos la planteamos como un objetivo a alcanzar y para el que tenemos
que esforzarnos, porque así se convierte en una motivación para vivir. Sin
embargo, si nos regodeamos en la necesidad y no hacemos nada por remediarla sí
que puede convertirse en un mal muy grande.
"Nada es suficiente para quien lo suficiente es
poco".
Me encanta esta frase.
El problema está en determinar qué es suficiente y qué es insuficiente, porque
depende de cada uno. Creo que para los grandes aspiradores que no se conforman
con nada, no existe la suficiencia, porque siempre quieren más y más, siempre
hay algo que les falta y hacia lo que aspiran y, de hecho, yo creo que el
sentido de la vida (si es que lo tiene) se pierde cuando uno se queda sin
objetivos o motivaciones y se conforma con lo que tiene, porque se ignoran
otros placeres que pueden estar ahí pero ser invisibles para ti si ni siquiera
te molestas en buscarlos.
Inciso, una mirada que traspasa:
No sé en qué pensamientos se hallará inmersa la chica, pero seguro que son interesantes.
"Quien un día se olvida de lo bien que lo ha
pasado se ha hecho viejo ese mismo día".
No estoy del todo de
acuerdo. Opino que nos hacemos viejos todos los días, cada vez más conforme más
experiencias vamos teniendo. Además todo el mundo tiene derecho a pensar “este
día ha sido un desastre, no he disfrutado en ningún momento y después de
haberlo vivido me siento mal porque la experiencia ha sido horrible y agotadora,
o peor aún: me he quedado vacío y el día no ha significado nada ni para bien ni
para mal”. Y ello no significa que te hayas hecho viejo, sino simplemente estás
viviendo. No se puede afrontar la realidad con un falso optimismo tratando de
engañarte a ti mismo pensando que lo has pasado bien cuando sabes perfectamente
que no ha sido así (en el caso de que así fuera). Sin embargo, puede que aquí
Epicuro se refiera a cuando sí lo has pasado bien pero en lugar de irte a la
cama con una sonrisa recordando eso, te centras en tus problemas y
preocupaciones olvidando lo bueno. En ese aspecto sí que lo apoyo, aunque
siempre depende de las circunstancias de cada uno.
"Lo insaciable no es la panza, como el vulgo
afirma, sino la falsa creencia de que la panza necesita hartura infinita".
Las personas muy obesas por comer
muchísimo a todas horas del día y sin cuidar la dieta ni hacer ejercicio (por
ejemplo los enfermos del Burguer King o McDonalls), que no están así por
constitución o problemas de digestión (obviamente también influirán en ocasiones
para llegar a esos niveles de obesidad) no disfrutan mientras están comiendo.
La ansiedad hace que comer se convierta en una práctica sin sentido como el fumador
está enganchado al tabaco; no en un placer. Yo no creo que esas personas
saboreen las hamburguesas, sino que lo que les gusta es sentir la “panza llena”
continuamente, como si comer consistiera en eso y no existiera la saciedad.
Físicamente el organismo solo necesita alimentarse con una cierta cantidad de
comida diaria y un cierto aporte de vitaminas, proteínas, hidratos, etc, en
función de las calorías que se vayan a quemar y de la energía que se necesite.
No vive mejor el que más come, aunque siempre se ha visto más saludable y
poderoso al que tenía una gran barriga que al débil y desgarbado delgaducho,
porque ello implicaba tener más dinero.
Y aunque me he quedado sólo en el
comentario superficial referido a la comida y al estómago literalmente, creo
que esto puede ser aplicado a todo.
"El que menos necesita del mañana es el que
avanza con más gusto hacia él".
En algunas etapas de mi vida he estado
demasiado pendiente del futuro (alguna fecha fijada, algún acontecimiento
importante hacia el que guardaba mucha ilusión, alguna esperanza de mejoría,
una necesidad de cambio…) y me he privado de cosas por pensar que más adelante
serían mejores, y cuando finalmente por diversas razones esas fechas por las
que me obsesionaba y que había fijado inconscientemente como objetivo no
llegaban, mi mundo se desestabilizaba, me sentía mal, perdida, desorientada y
arrepentida por haber perdido mi tiempo sin disfrutar del presente. Así que
estoy muy de acuerdo con esa frase de Epicuro, porque pienso que el tiempo pasa
con mayor lentitud cuando estás esperando un acontecimiento y eres incapaz de
concentrarte en otras cosas, que cuando simplemente te dejas llevar por el
momento sin pensar en el después.
"También en la moderación hay un término medio, y
quien no da con él es víctima de un error parecido al de quien se excede por
desenfreno".
Creo que encontrar esa moderación es
de lo más difícil que contiene la vida. Irse de un extremo a otro es muy fácil,
pero mantenerse firme en un mismo punto a medio camino entre lo malo y lo
bueno… es tan complicado que casi diría que es imposible. Mi vida consiste en
un continuo “subibaja” de emociones, en un inconstante cambio en el que casi
nunca logro hallar estabilidad porque estoy inquieta. A veces admiro a quien sí
consigue esa estabilidad y me pregunto si yo seré capaz de lograrla algún día.
Por lo menos así me mantengo entretenida y no me aburro nunca, porque si
siempre siguiera la misma línea... Además en esta etapa de mi vida, la
juventud, creo que se cometen mayores desenfrenos por tener las pasiones muy
fuertes y estar llenos de energía, que más adelante cuando las obligaciones
grandes y las responsabilidades controlan de alguna manera nuestro caminar,
porque cuando tienes hijos pequeños a los que cuidar no puedes permitirte
muchas cavilaciones.
b) Carta
a Heródoto
Me parece increíble que unos
hombres hace más de 2.000 años fueran capaces de llegar a todas esas
conclusiones científicas con tan pocos medios tecnológicos a su alcance, tan
solo con los instrumentos de los que pudieran disponer en la escuela que fundó
Epicuro, donde él y sus discípulos se reunían para dedicarse a la investigación
científica aparte de otro tipo de menesteres como fiestas, orgías, comidas… Es
de valorar que pudieran tener tantos conocimientos de física y astronomía, que
hubieran sido posibles de llegar al concepto de “átomo”, “materia”, “vacío”,
“universo”.
Expuestos en esta Carta a
Heródoto, sus principios fundamentales son los siguientes:
a) Nada
nace de nada; todo es eterno, inmutable e infinito, y ese todo está compuesto
por los átomos y el vacío en que estos se mueven. Los cuerpos son átomos o
agregados de átomos. El mundo no se originó en el caos, sino que todo fue
siempre lo que es ahora.
b) Los
átomos eternos, permanentes e inmutables tienen forma, extensión y peso.
c) El
vacío es el espacio en el que se mueven los átomos. No puede ser visto, ni
sentido, ni tocado. Además, es infinito en extensión (los átomos son infinitos
en número, pero no en extensión) para que puedan moverse los cuerpos.
d) Los
cuerpos celestes son de la misma naturaleza que los terrestres. Por eso, todos
los fenómenos celestes pueden ser explicados como algo natural y no divino.
Eliminó así todas las explicaciones míticas de estos fenómenos que han sido
siempre causa de angustia y terror.
e) También
el alma humana forma parte de este universo material que hemos descrito. Está
compuesta por átomos más sutiles que los que forman el cuerpo. Cuando este
muere, también lo hace el alma.
Lo que más me ha llamado la
atención o me ha gustado de los fragmentos que he leído de la Carta a Heródoto
ha sido la parte en la que habla de que es posible que existan más mundos
aparte del nuestro, porque soy muy dada a la imaginación y la fantasía, y ese
concepto de inmensidad e infinito me llena:
“Por otra parte, hay una infinidad de mundos, sean
parecidos al nuestro, sean diferentes. En efecto, siendo los átomos infinitos,
como se acaba de demostrar, son llevados por su movimiento hasta los lugares
más alejados. Y tales átomos, que por su naturaleza sirven, ya por sí mismos,
ya por su acción, para crear un mundo, no pueden ser utilizados todos para
formar un único mundo, o un número limitado de mundos, ni para los semejantes a
éste, ni para los diferentes, de modo que nada impide que haya una infinidad de
mundos”.